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Cannes no sólo es de cine

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       Cannes

Tener una segunda residencia en Cannes fue durante los años veinte una moda entre los más pudientes de Francia y Reino Unido. El clima, la luz y la belleza del litoral que circunda la elitista Riviera francesa resultaban ideales para escapar de los fríos y lluviosos inviernos del norte de Europa. Surgieron villas palaciegas, hoteles de lujo y un paseo mítico: La Croisette. Aunque a muchos les suene Cannes solo por su Festival Internacional de Cine, la ciudad más elitista de la Costa Azul lleva décadas como símbolo de glamour y distinción.

Cannes ha crecido mucho desde entonces, pero ha sabido mantener su esencia en las calles de Le Suquet, donde una vez hubo un humilde barrio de pescadores. Pasear por esta ciudad es conocer los entresijos de este símbolo de la Francia del sol, la playa y algo más…

De pueblo de pescadores a ciudad con “glamour”

En cierto modo Cannes le debe mucho al cine. Es una leyenda del celuloide, no sólo por el renombrado Festival internacional en el que cada año desde 1939 se entrega la Palma de Oro, sino porque también desde hace más de siete décadas ha sabido atraer la atención de directores, productores y actores de la gran pantalla a lo que fue un viejo pueblo ligur y después romano que se fortificó en la Edad Media para protegerse de piratas y forajidos.

Viejo puerto Cannes

De la noche a la mañana pasó a ser un imán de fortunas europeas (más adelante lo serían de todo el planeta), con villas y palacetes en primera línea de playa. Su crecimiento constante fue ampliando el emblemático Boulevard de La Croisette pero sin que se cometieran demasiadas tropelías urbanísticas. Al fin y al cabo, su corazón, el casco viejo frente al vieux port, sigue hoy en día más vivo que nunca, moviéndose a una velocidad más lenta que la de los Ferraris que acostumbran a verse frente al Hotel Carlton.

Le Suquet, esa Cannes que siempre fue

Le Suquet es el nombre que recibe la ciudad vieja, el barrio de pescadores cuyas coloridas casas se concentran tras un empinado y zigzagueante trazado medieval que llegaba hasta una torre de vigilancia cuadrada. Alcanzar este antiquísimo castro ligur que aprovecharían los romanos para fortalecer su puente con La Galia e Hispania es hacerlo a los orígenes del lugar. Se puede observar toda la ciudad desde lo más alto de la torre, aunque baste asomarse a las murallas que rodean castillo e iglesia para tener envidiables (y gratuitas) panorámicas de una Cannes en la que no cabe una alma en su largo verano.

Cannes 2

El encanto sobrevive en los límites del Vieux Port, en cuyos callejones de plantas superiores todavía se respira tranquilidad y aroma a salitre. Pero si empezamos a bajar siguiendo nuestros pasos nos encontraremos con las dos calles con mayor personalidad de la Cannes de siempre. Se trata de Rue Saint Antoine, de inspiración vertical, que viene a juntarse con Rue Meynadier (antigua Rue Grande), la cual conecta Le Suquet con la ciudad más moderna. Mientras la primera es la calle de las galerías de arte, los coquetos anticuarios y tabernas que se han vuelto exclusivas, Meynadier, completamente peatonalizada, es la vía de los restaurantes y las terrazas a la luz de faroles centenarios. La cuadrícula de un viaje a Cannes no se cierra sin ambas. Son y serán esa Cannes amable y cautivadora.

Rue Meinadier

Boulevard de La Croisette

El Boulevard de La Croisette, más conocido en los comienzos del tirón turístico de la ciudad como Promenade de La Croisette, nos acerca paso a paso a una expansión por tierra a hoteles de prestigio con nombres como Carlton, Hilton, Majestic o el mítico Le Grand Hotel. Las cinco estrellas desfilan por el paseo marítimo al igual que lo hacen firmas internacionales de moda repletas hoy día de turistas rusos a los que les gusta gastar más que comer caviar. Al otro lado atracan los yates de esloras superlativas provenientes de todo el mundo, sobre todo del Golfo Pérsico.

Croisette (Carlton Cannes)

Pero si algo tiene La Croisette es que viene a juntar a ricachones y Paris Hilton de turno con veraneantes de quincena en apartamento o mochileros que se hacen la Costa Azul entera sin tener que rascarse demasiado el bolsillo. Es un paseo compartido, y sumamente entretenido, en el que se escuchan decenas de lenguas, se lucen las marcas bien cosidas en los polos, y familias normales y corrientes se agolpan en el kiosko para refrescarse con un granizado de limón. Cannes también se hace humana apenas a unos metros de las chambres de a mil euros la noche.

Por supuesto el edificio del Palacio de Festivales lleva a todos a soñar con la alfombra roja por donde han pasado los más grandes de la historia del cine. No se puede obviar la estrecha relación de Cannes con la gran pantalla. En cierto modo ha sido ella quien nos ha llevado a muchos a conocer esta ciudad que enarbola la bandera del cine en la Costa Azul. Venecia-Cannes-San Sebastián es hoy día una trilogía indispensable que no podemos pronunciar de otra manera que no sea de carrerilla.

Playas públicas y privadas

Algo que nos sorprende a los viajeros que venimos de mojarnos desde bebés en las playas españolas es ver que Cannes, por ejemplo, tiene copada su primera línea con lo que vienen a ser playas privadas. La mayoría lo son y hay que pagar un canon diario para disfrutar de una hamaca (o incluso una cama) o poderse tomar sin apreturas un daikiri en un chiringuito en el que cuesta más una botella de agua que un menú del día en un bar de la costa levantina.

Cannes 3

Afortunadamente hay espacio para bañarse gratis en playas públicas, aunque probablemente no cuenten con tantos cuidados como sus hermanas de alquiler. Por lo menos las playas de Cannes son de arena y no de piedras como sucede en muchos rincones de la Costa Azul.

Cannes… base para explorar la Riviera francesa

Sea en Cannes centro o en las colinas donde hay buen número de hoteles económicos, apartamentos y pisos de alquiler (sobre todo en el área de Le Cannet) podemos tener una buena base para explorar otros rincones de la Riviera francesa. Muy cerca quedan lugares bastante aconsejables como Antibes, Niza o la lujosa Mónaco. Es un viaje que merece la pena hacerse en coche para comprobar in situ cómo es la luz que atrajo a artistas como Van Gogh, Chagall, Gauguin, Braque o a Pablo Ruiz Picasso. O por qué le llaman a todo aquello la Costa Azul…

Y si además de descubrir Cannes y la Costa Azul francesa, te apetece seguir recorriendo el Mediterráneo, ¡súbete abordo de un crucero por el Mediterráneo Occidental!

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